Si bien hace unos días, la noticia era El techo de cristal de la justicia española que parecía esculpido en mármol por la convocatoria para cubrir 3 vacantes en el Tribunal Supremo: una plaza en la Sala de lo Contencioso administrativa, otra en la Sala de lo Social y la tercera en la Sala de lo Penal.
Hay muchas candidatas cuentan con méritos curriculares, antigüedad en la carrera judicial, y experiencia en el orden jurisdiccional respectivo más que suficientes para acceder justificadamente a estas plazas. Sin embargo los favoritos parecen ser dos varones.
Hoy la noticia es la ruptura del techo de cristal en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), ha sido elegida como nueva jueza española en el (TEDH) de Estrasburgo, María Elósegui. Era la única mujer en la terna que propuso España al Consejo de Europa, y a priori era la menos favorita.
Con gran alegría siente que ha roto un techo de cristal, pero al tiempo advierte de que los pronósticos que se hicieron en España tenían "una visión reducida" de lo que ocurre en las instancias internacionales, como se duele decir "nadie es profeta en su tierra".
Maria Elósegui ve el nombramiento como "una oportunidad" de llevar a la práctica muchos de los temas en los que ha estado trabajando durante años en su vida académica, resolviendo casos concretos de derechos humanos.
Los derechos humanos, para Elósegui, son universales y deben de ser respetados en todos los países, y para eso solo hace falta buena voluntad y educación en democracia. Desgraciadamente, reconoce que hay países que "no llevan bien el disenso, la crítica y el pluralismo".
Los derechos humanos, para Elósegui, son universales y deben de ser respetados en todos los países, y para eso solo hace falta buena voluntad y educación en democracia. Desgraciadamente, reconoce que hay países que "no llevan bien el disenso, la crítica y el pluralismo".
Los techos de cristal se están rompiendo, hay muchas mujeres preparadas y decididas a romperlos, con formación y experiencia, ambas razones son su fuerza y su maza para romperlos como otras tantas mujeres lo hicieron antes.
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